El sábado 6 de noviembre, a las 12 horas, tendrá lugar la presentación del nuevo libro de Pedro M. González Cánovas, Cleo.
La presentación de Cleo se realizará en el local de Abubukaka en el número 27 de la Calle Heraclio Sánchez de La Laguna.
Cleo
Si la ficción no tiene límites conocidos los relatos eróticos son los que de verdad traspasan los límites de lo moralmente correcto, por traspasar hasta invadir la intimidad más secreta de las personas. Lo erótico nace en las mentes humanas desde una temprana edad y se queda ahí para siempre. Se desarrolla, se moldea y se adapta a distintas épocas de la vida; a cualquier situación, pero se mantiene con vida propia en lo más recóndito de la imaginación.
Sacar a la luz historias de este tipo no deja de plantear cuestiones sociales que tienen que hacernos reflexionar. Su carácter mayormente excitante es lo que las cataloga como tales y despierta la imaginación a pensamientos, a veces reconocidos, a veces no.
En esta entrega de relatos, Pedro M. González Cánovas, nos empaqueta el libro con una imagen de portada de Gabriela Carvias Suárez creada para estos textos. El prólogo, de Concha González Cánovas, es una perfecta introducción con evidentes tintes sentimentales; provocados, seguramente, por la cercanía consanguínea con el autor. Con esta escolta, Pedro, ahonda con toda libertad y picaresca en temas que aún se consideran tabú en algunos círculos de la sociedad.
Sin duda, en la literatura erótica no hay límites: todo vale. Pero eso no quita para que esta nos pueda provocar todo tipo de sentimientos, y a veces encontrados. No tiene por qué resultarnos siempre sexualmente excitantes; alguna vez puede repelernos y hacernos ver casos que, aunque se den o puedan darse, son dañinos para la integridad de las personas y socialmente tenemos la obligación moral de frenar.
Esta historia tan completa, donde se tocan tantos palos distintos de la sexualidad humana, deja testimonio de la complejidad erótica de la especie. Juzguen ustedes contenido y realización: decía Charles Dickens que «No hay libros buenos o malos, hay libros bien escritos o mal escritos». Pero el autor nos insiste en juzgar ambos palos y atreverse a hacerlo públicamente.